El nuevo rey de Roma y el espejismo
Asistir a la proclamación del papa León XIV: decepciones italianas, éxtasis religioso, fútbol y jeroglíficos.

Roma ya tiene un nuevo rey. A pesar de que los papas en realidad son monarcas absolutistas de un país de apenas 800 personas con influencia sobre 1400 millones de creyentes, la importancia del papa para Italia es, no sé si superior, pero sin duda diferente que para el resto del planeta católico.
En el minúsculo Estado del Vaticano, empotrado en las entrañas de la Cittá Eterna, el papa tiene plenos poderes legislativos, ejecutivos y judiciales (igual que el rey de Arabia Saudita, Omán o de la Francia de antes de la Revolución Francesa). Ese lugar inquietante y tradicionalmente reaccionario ha sido el centro de atención mundial desde que falleció el papa Francisco pero cuando el 8 de mayo, tras el “habemus papam” , se pronunció el nombre de su sucesor, hasta entonces Robert Prevost, desde ahora León XIV, hubo unos segundos de contención entre el público italiano presente en la plaza de San Pedro.
Fue un silencio brevísimo y sutil, como para coger aire y a los italianos que estaban junto a mí enseguida se les pasó el shock para dejarse llevar por el júbilo colectivo que tras ese momento incierto desbordó la zona. Pero fue una señal clara de que para Italia este asunto es más que trascendente. No hay que olvidar que el papa de todos los católicos también es el obispo de Roma.



Puede ser que los italianos que tuviera alrededor al principio no hubieran entendido el nombre, o que no le conocieran pero las quinielas de los expertos vaticanistas les habían vendido a un papa italiano y les acababan de entregar un “papa americano” el titular más repetido en la prensa local del día después.
Desde que Trump es presidente esa nacionalidad tiene muy mala reputación: una señora que tenía al lado me preguntaba con insistencia “Pero ¿es un americano bueno o malo? No me gusta, yo quería a Parolin”. Ese nombre, que hoy todo el planeta olvidará, pero al que seguramente muchos habrán apostado en quinielas reales o imaginarias como el Fantapapa, era el que primaba en los horóscopos vaticanistas.
Es más que probable que cualquier nombre pronunciado desde el balcón de la basílica de San Pedro hubiera provocado una ovación pero creo que si hubiera sido un italiano el éxtasis popular habría adquirido tintes de trance religioso, aunque sólo fuera por el número de italianos presentes.
Italia dejó de ser reino en 1946 pero los papas siguieron reinando en la sombra durante décadas, sobre todo mientras existió la Democracia Cristiana, el partido que dirigió el país hasta su debacle por corrupción en los noventa y donde los papas italianos fueron, hasta la elección del polaco Juan Pablo II, quienes lo dirigían de facto.
Por eso desde Roma, epicentro del poder político, la prensa, una de sus patas, “tifaba” (me encanta esta palabra de difícil traducción, apoyar, ser forofo de…) por Parolín, Pizzaballa o Zuppi. Un pontífice italiano siempre es un buen as en la manga de la política nacional en un país que todos los domingos se asoma al Vaticano para escuchar la misa papal.
También es cierto que es difícil saber cuando se volverá a elegir un papa - mueren reinando- así que lo que importaba era estar en San Pedro para asistir en directo a su primera puesta de largo, al margen del nombre pronunciado.
Nunca he visto a tanta gente correr para poder ser testigo de la historia sin saber de antemano quién es el protagonista de la historia. Los periodistas esquivábamos hordas de gente de todas las edades que a toda velocidad trataban de llegar a la plaza antes de que anunciaran el nombre. Según supe después, la fumata blanca provocó un atasco infinito de romanos saliendo de la oficina como locos hacia San Pedro.
Cuando hay elecciones no sabes quién es el ganador pero en esto el Vaticano ya os he dicho que supera con creces cualquier puesta en escena, eso sí, ayudada gratuitamente por la prensa, que menuda campaña le ha hecho a la iglesia católica estos días. Juntos han conseguido que la gente haga un master en papables mucho más intenso del que se hace frente a la elección de sus políticos - da que pensar-.
Pero es cierto que visualmente el Vaticano da mucho juego cuando pasan estas cosas. Aunque ese país sólo existe oficialmente desde 1929, los italianos llevan casi dos milenios nombrando pontífices -la nacionalidad os la imagináis-. Eso es mucho tiempo para perfeccionar coreografías, escenografías y estudiar las reacciones de la psique humana. El cuidado del detalle es tal que a la elección del papa la preceden vistosos e hipnóticos rituales ejecutados con perfección alemana . Parece mentira que todo este asunto tenga su epicentro en Italia, no precisamente célebre por su organización. Seguramente intercede el Espíritu Santo.

Desde el funeral previo, las misas en latín, los cánticos, las congregaciones hasta todo el montaje del cónclave, con sus letanías y sus misterios… Insuperable lo de encerrar cardenales lejos del mundo para que el mundo tenga aún más ganas de saber. Y dónde! Porque la Capilla Sixtina no es cualquier sitio. Un lugar lleno de tesoros artísticos firmados por los Andy Warhols del Renacimiento dedicados por entero a celebrar episodios bíblicos que todos los cardenales allí reunidos conocen y veneran como un cinéfilo recita las escenas de sus películas favoritas.
Frescos espectaculares encargados por otros papas a Michelangelo, Botticelli, Perugino, Pinturicchio, Ghirlandaio… Y menos mal que tienen ese espectáculo para entretenerse porque además no les dejan hablar dentro. Las conspiraciones para elegir a Prevost, parece, se desarrollaron durante la cena y las comidas en Santa Marta, el ‘hotel cardenalicio’ del Vaticano, también aislado del mundo, sin teléfono, ni tele y sobre todo, sin internet.
No resistieron desconectados ni 24 horas, aunque la historia oficial dice que se pusieron de acuerdo muy rápido. Hoy todos los cardenales con cuenta en X andaban posteando como locos para reponerse del síndrome de abstinencia.
Estar en la plaza de San Pedro del Vaticano el día que se escoge a un papa debe ser muy parecido a estar en la plaza de Cibeles el día que España gana un mundial de fútbol, aunque con algunas diferencias significativas: cuando tu equipo gana sabes el resultado del partido pero aquí el caos comenzó mucho antes de saber el nombre del ganador. Y no sé si en Cibeles rezan pero en San Pedro se miró mucho al cielo y se besaron rosarios.
La fumata blanca a los periodistas nos pilló desprevenidos en la sala de prensa del Vaticano mirando el revolotear alrededor de la chimenea de una familia de gaviotas - con cría de gaviota incluida y comentarios de “qué mono”. Cuando empezó a salir humo blanco, agarramos cámaras, trípodes y libretas entre blasfemias (no nos lo esperábamos a esa hora) y salimos como torpedos a la calle. Y allí vimos y escuchamos a una plaza entera chillar, reír, llorar y rezar. No tengo palabras para el fervor católico y mira que soy hija de España e Italia pero los misterios de la fe me dejan perpleja.
Ni siquiera habían dicho habemus papam pero aquel humo blanco y el repicar alegre de las campanas de San Pedro colocaron a 150.000 personas en una nube tóxica de felicidad. Me atrevería a decir que ese momento fue el más expresivo de la tarde. Daba igual quién, la cuestión es que ya había papa. Lo que vino más tarde hizo más ruido porque había más gente pero el humo blanco desencadenó una auténtica locura colectiva. Es lo que tienen las monarquías absolutistas. “!El rey ha muerto, viva el rey!” solían decir antaño.
Hoy he vuelto a recibir misas en latín en el email y la prensa mundial hace cábalas sobre el significado de las primeras palabras que dijo Leon XIV desde el balcón y las que pronunció en su primera misa, la enésima de la que informamos con más detalle que sobre un boletín de guerra. Y mira que hay conflictos en el planeta. Ninguno se analiza con la precisión cirujana de todo lo que sale del Vaticano estos días pero además, hay que interpretarlo, porque ahí dentro nadie habla claro.
El papa Francisco es el que más cerca estuvo de ser transparente en sus discursos y causó ampollas entre la curia (el gobierno vaticano) así que ahora, aunque su sucesor parece que “tifaba” por las ideas de Bergoglio es posible que volvamos a tener que leer los mensajes papales como el que descifra un jeroglífico. Un cardenal americano dice en este video de cardenales estadounidenses comentando el cónclave que León XIV tiene la misma libertad que el argentino en el corazón pero no de expresión.
Cabe preguntarse si gracias a este ejercicio mundial de propaganda periodística lo que diga ahora el nuevo rey de los católicos volverá a influir de verdad en la política internacional, como ocurría hasta hace algunas décadas, o lo que hemos vivido estos días ha sido solo eso, un espectacular espejismo mediático.